Turquía se comprometió a poner fin al trabajo infantil para 2015, pero es posible que unos dos millones de niños todavía se vean obligados a trabajar en la industria agrícola del país.
El trabajador social Recep Argunaga narra un día en la vida de un niño trabajador en la cosecha de avellanas. Escribiendo en una pieza para Fundación Thomson Reuters, Argunaga cuenta el viaje a Alapli, una pequeña ciudad en la costa del Mar Negro en el norte de Turquía.
Es un lugar que Argunaga conoce bien: "He estado en Alapli antes: fui allí cuando un niño de 13 años trabajaba para la cosecha de avellanas hace 16 años".
Yo estaba entre los niños más afortunados ya que tenía que trabajar en la cosecha solo durante el verano. Más tarde regresé a casa y volví a la escuela, mientras que otros niños y sus familias tenían que trabajar durante todo el año, sin poder ir a la escuela en absoluto.
Turquía reconoce el uso del trabajo infantil en la agricultura estacional como una de las tres peores formas de trabajo infantil y se comprometió con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a ponerle fin para 2015. Sin embargo, según un informe de 2018, todavía puede haber hasta 2 millones de niños obligados a trabajar en Turquía.
Lamentablemente, abordar el problema en Turquía puede ser ahora más desafiante que nunca. Mientras que los precios de los alimentos a nivel mundial están disminuyendo, Turquía está luchando contra la subida vertiginosa de los precios de los alimentos. Entre enero de 2017 y enero de 2018, los precios de los alimentos en Turquía aumentaron un 31 por ciento.
En estas circunstancias, es poco probable que los políticos turcos se sientan obligados a mejorar las condiciones de trabajo o los ingresos de los trabajadores agrícolas, una medida que podría aumentar aún más el costo de los alimentos.
El trabajo infantil persiste porque las familias no ganan lo suficiente para salir de la pobreza y necesitan depender del trabajo de toda la familia, incluidos los niños, para sobrevivir. Sin embargo, esto también significa que estos niños no pueden asistir a la escuela, lo que pone en suspenso su educación.
Durante la visita de Argunaga a los campos para realizar apoyo psicosocial a los niños, conoció a una niña de 12 años.
Al principio ella le dijo: “El trabajo de mi familia es fijo. Trabajaré en el campo como mi familia y recogeré papeles cuando regrese a casa ".
Sin embargo, después de dos semanas de la visita, comenzó a decir "Quiero ser enfermera", que luego cambió a: "Me convertiré en enfermera".
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