El descubrimiento de fosas comunes en Libia, donde se han desenterrado decenas de cadáveres de migrantes (algunos con heridas de bala), ha puesto de manifiesto una vez más las brutales condiciones a las que se enfrentan quienes se encuentran atrapados en el sistema de detención del país. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha pedido una investigación urgente de los asesinatos, pero el panorama general sigue siendo el mismo.
Es No es un incidente aisladoEs parte de un patrón de larga data de desapariciones, torturas y ejecuciones en Libia, un país donde los migrantes y refugiados se han convertido en daños colaterales en un sistema empeorado por Políticas migratorias europeasEl momento de esta última revelación es particularmente condenatorio: apenas unas semanas después de que Italia ayudara a un funcionario libio buscado y acusado de crímenes contra la humanidad a evadir su arresto.
Un patrón mortal de abuso
Las fosas fueron halladas en Jakharrah, a unos 400 kilómetros al sur de Bengasi, y en Kufra, una región desértica donde las autoridades creen que podrían estar enterrados hasta 70 cadáveres. Algunas de las víctimas habían recibido disparos, lo que confirma informes anteriores sobre ejecuciones extrajudiciales de migrantes en Libia.
Según la revista Al Jazeera,
“Los migrantes y solicitantes de asilo, incluidos niños, detenidos arbitrariamente en instalaciones controladas por grupos armados afiliados a ambos gobiernos o contrabandistas y traficantes, sufrieron condiciones inhumanas, tortura, trabajos forzados y agresiones sexuales”.
El año pasado se descubrió una fosa común similar en Shuayrif, donde se encontraron los cuerpos de al menos 65 migrantes. La OIM ha documentado más de 965 muertes de migrantes registradas en Libia solo en 2024, pero es probable que la cifra real sea mucho mayor. Muchos de los que mueren en el sistema de detención de Libia o en sus peligrosas rutas terrestres nunca son contabilizados.
La complicidad de Italia y el silencio de Europa
La exposición de estas fosas comunes sigue La reciente decisión de Italia para liberar a Osama Al-Masri, un jefe de policía libio acusado de supervisar la tortura, violación y ejecución de inmigrantes en los tristemente célebres centros de detención de Libia. Al-Masri, detenido en Italia en virtud de una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI), fue puesto en libertad por un tecnicismo legal y regresó a Libia en un avión del gobierno italiano.
Para los sobrevivientes, el mensaje fue claro: el sistema que permite su explotación y abuso sigue firmemente vigente. Lam Magok Biel Ruei, un sobreviviente de Sudán del Sur de los campos de detención de Libia, presentó una denuncia legal contra el gobierno italiano, acusándolo de ayudar e instigar a un criminal de guerra. “El gobierno italiano me ha convertido en víctima por segunda vez [de] estas atrocidades que he presenciado”, dijo Magok después de presentar su denuncia.
El papel de Europa en la crisis
A pesar de las abrumadoras pruebas de violaciones de los derechos humanos, la Unión Europea sigue apoyando el sistema de detención de migrantes de Libia. A cambio de asistencia financiera y técnica, la guardia costera libia intercepta embarcaciones de migrantes y devuelve a las personas a centros de detención donde el trabajo forzado, la violencia sexual y los asesinatos sistemáticos son habituales.
El descubrimiento de estas fosas no es sólo una crisis libia, sino también europea. Al delegar el control fronterizo a un país donde los abusos de los derechos humanos son rampantes, la UE no sólo es cómplice, sino que está permitiendo activamente estas atrocidades. El acuerdo entre la UE y Libia debe terminar.
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