La brutal historia de Erwiana Sulistyaningsih de tortura y abuso a manos de su empleador en Hong Kong conmocionó al mundo y mostró cuán vulnerables son las trabajadoras del hogar esclavitud moderna.
En febrero de 2015, Erwiana recibió justicia. Su empleador fue declarado culpable de 18 cargos de agresión. Durante el juicio, Erwiana recordó cómo la obligaron a trabajar sin paga durante ocho meses, sufriendo frecuentes palizas antes de ser abandonada en el aeropuerto con un boleto de ida a casa y amenazas de las consecuencias si se atrevía a hablar.1
Nadie debería sufrir como lo hizo Erwiana. Pero la realidad es que a puertas cerradas en todo Hong Kong, una de las ciudades más ricas del mundo, miles de trabajadoras del hogar como Erwiana enfrentan los mismos riesgos.2
Los trabajadores domésticos en Hong Kong a menudo se encuentran atrapados en un círculo vicioso de deudas por agencias de colocación sin escrúpulos, y el gobierno no hace nada para regular estas agencias, lo que les permite continuar con su extorsión. Sin un centavo y sin poder, los trabajadores domésticos pueden convertirse en víctimas de un trato cada vez más duro por parte de sus empleadores y no tener a dónde acudir en busca de ayuda.3
Después de que se anunció el veredicto de su caso, Erwiana le dijo a la prensa: “Lo que espero junto con mis compañeros trabajadores domésticos es un trato justo y humano y que la gente deje de tratarnos como esclavos”.4
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